Los últimos 250 años han sido marcados por la primacía de la máquina sobre el hombre en la actividad económica.
Sin embargo, y a pesar de todas las revoluciones tecnológicas que puedan existir, las personas continuarán siendo la clave del éxito de la mayoría de las empresas, independientemente de su nivel de formación y de la función desempeñada por cada una de ellas. Las máquinas pueden ser más rápidas y productivas que las personas, pero difícilmente conseguirán superar la inteligencia humana, por lo que la capacidad de pensar, cuestionar y criticar continuará siendo un talento exclusivo del hombre.
Así, es fundamental que la estructura humana de cada organización sea delineada y planificada, y se encuentre permanentemente identificada con los objetivos globales de la institución a la que prestan servicio.
De la misma forma que el éxito de un ejército o de un equipo de fútbol es directamente proporcional a la capacidad de liderazgo, organización y planificación de sus responsables, las empresas también deben definir con rigor sus objetivos de corto, mediano y largo plazo, los mejores caminos para alcanzarlos y las tareas que cada elemento de una organización debe desempeñar. A esto se le llama alinear a la organización, involucrando a todos en un proceso global que tiene que ver con todos y cuyos resultados a todos beneficiará.
Involucrar significa envolver y comprometer a alguien en un asunto o circunstancia. En el caso concreto de las empresas significa que las personas tienen que identificarse y participar en el proceso de organización. Cada una en su función debe analizar activamente sus tareas y pensar en alternativas para que las mismas sean ejecutadas de forma eficaz y eficiente. Si no existe autonomía de decisión sobre el modo de ejecutar las tareas, ésta debe ser sugerida en el ámbito de un proceso de discusión interno con la estructura directiva de la empresa. Los órganos jerárquicos superiores deben tener la apertura suficiente para cuestionar la opinión de sus subordinados, pero también estos deben tener una posición crítica sobre sus tareas, sugiriendo eventuales mejorías en los procesos que puedan beneficiar el todo.
De esta manera, compete a los líderes de las organizaciones crear un ambiente de apertura al diálogo, promoviendo la divulgación de los objetivos globales, departamentales e individuales, poniéndose a disposición para oír y discutir sugerencias en una lógica top/down y down/top, analizando y argumentando a cada momento las razones para las decisiones posteriormente tomadas.
Este proceso de involucramiento y alineamiento es uno de los componentes básicos de motivación que seguramente originarán resultados positivos para todas las organizaciones que las implementen y, transformándose en resultados, beneficiarán financieramente a todos a los que en ella participen.
António Vale
CEO Value Added Partners
[photo credit:Kevin Dooley]